Creado en el siglo XIX por un médico sueco, Pehr Henrik Ling, este masaje, preciso y profundo, se realiza sobre los músculos.
“En los EE. UU., el masaje sueco es el masaje terapéutico de referencia, señala Evy Jester, quien practicó y enseñó durante diez años en Los Ángeles y Nueva York antes de mudarse a París hace ocho años. Allá, es un sano reflejo: cuando el americano está cansado o cuando le duele la espalda, llama a su masajista. »
Trabajo minucioso de todos los músculos del cuerpo.
“Doy masajes con aceites “orgánicos” adaptados a cada problema, en camilla, a oscuras y con música relajante de fondo”, explica Evy Jester. El paciente, desnudo bajo una sábana ligera (sólo quedan expuestas las partes del cuerpo masajeadas), se acuesta boca abajo y luego boca arriba, para un trabajo minucioso de todos los músculos del cuerpo.
Effleurages con las palmas de las manos, apoyos profundos y deslizantes con los puños o los antebrazos, presiones con los pulgares o los codos, fricciones… se adaptan en su intensidad a la sensibilidad de cada uno.
“Se presta especial atención al plexo, el asiento de nuestras emociones. Masajeado y relajado, permite la exteriorización, dejando a veces brotar las lágrimas”, dice Evy Jester.
Aliviar contracturas por malas posturas
Masaje muscular por excelencia, el masaje sueco alivia contracturas y tensiones relacionadas con las malas posturas diarias (trabajo en ordenador…) o con la práctica de algún deporte.
El masaje del abdomen contribuye a una buena digestión mientras que el de las piernas (siempre subiendo hacia el corazón) drena las piernas pesadas.
Calmar el dolor del estrés
A nivel psíquico, alivia las dolencias del estrés (fatiga, sueño alterado, etc.) y participa en el control de las emociones, por ejemplo en el contexto de las adicciones. “El tacto afecta inmediatamente a las emociones. Calma, baja la tensión”, concluye Evy Jester.